El día que llegó mi primer “niño” a la casa, solo pensaba una cosa, en mi hija Francy, ella en ese entonces tenia 12 añitos. Yo pensaba: Qué le digo a ella?, Cómo le digo que voy a llevar un ancianito a la casa?, Cómo le digo?, eso pensaba mientras le daba la dirección a la enfermera Jefe y le decía que lo llevaran allá.
Yo me quedé dando vueltas en el centro y a las horas llamé a la casa…
¿Mamá, usted en donde anda?
– ¿Por qué?
¡Porque trajeron a un viejito!
– Hija dele caldito
Si mamá ya le di sopita y arroz…
Mamá, ¿Ese viejito quién es?”
– Hija cuídelo mucho porque él es su abuelito.
¿Mi abuelito? Y… ¿Por qué es blanco, tiene los ojos azules y nosotros somos negritos?”
Yo llegué a las horas y me puse a conversar con el abuelito y mis tres hijos menores no me volvieron a preguntar nada. Al mes llegó otro abuelito, el era cieguito y también tenia 85 añitos, el primero se llamaba Gildardo y el segundo Medardo.
Mis hijos me decían: “Mamá el es otro abuelito de nosotros?”
Y yo les contestaba: “Claro! Hijos, ustedes tienen un poco de abuelitos!”
La casa donde yo vivía pagando arriendo era muy pequeña y mi cama se la dí al primer abuelito y al segundo le dimos la cama de mi hija Francy, con ella, y con mis otros hijos nos fuimos a dormir en la sala. En menos de dos meses ya había llegado el tercer abuelito, se llamaba Bernardo Barona, o sea que teniamos a Gildardo, Medardo y Bernardo.
Y Así fué que empezó esta linda, humilde y difícil labor en mi corazón y misión en la vida.